Hace apenas seis meses se vislumbraba un “aterrizaje
suave”: la economía mundial se estaba estabilizando después de una serie extraordinaria
de calamidades, tanto naturales como provocadas por el hombre, ocurridas en los
últimos años. Ese momento ya pasó. En la actualidad, la economía mundial está
enfrentando de nuevo turbulencias. Si no se corrige rápidamente el rumbo, los
niveles de vida podrían verse gravemente dañados.
Las desavenencias internacionales —en particular,
sobre el comercio— han alterado muchas de las certezas normativas que ayudaron
a reducir la pobreza extrema y ampliar la prosperidad tras el término de la
Segunda Guerra Mundial. Nuestras previsiones indican que, tan solo este año, la
agitación recortará en casi medio punto porcentual la tasa de crecimiento del
PIB mundial prevista a principios de año, y la reducirá al 2,3 %. Se trata del
desempeño más débil de los últimos 17 años, sin incluir las recesiones
mundiales absolutas. Para 2027, se espera que el PIB mundial alcance un
promedio de solo un 2,5 % en la década de 2020, el ritmo más lento desde los
años sesenta.
En nuestro último informe Perspectivas económicas
mundiales (i) se deja claro que los países más pobres serán los que más
sufrirán. La mayor parte del mundo en desarrollo está llegando a ser una “zona
libre de desarrollo”. Para 2027, el PIB per cápita de las economías de
ingreso alto se ubicará aproximadamente en el nivel previsto antes de la
pandemia de COVID-19. Sin embargo, las economías en desarrollo estarían en peor
situación, con niveles de PIB per cápita un 6 % inferiores. Con excepción de
China, estas economías podrían tardar unas dos décadas en recuperar las
pérdidas económicas registradas en la década de 2020.
Esta sombría situación no llegó sigilosamente. “Esto
lleva anunciándose más de una década. El crecimiento de las economías en
desarrollo ha ido bajando durante tres decenios consecutivos: de un promedio
del 5,9 % en los años 2000 al 5,1 % en la década de 2010 y al 3,7 %, en la de
2020. Esto coincide con la trayectoria descendente del crecimiento del comercio
mundial, que ha caído de un promedio del 5,1 % en la década de 2000 al 4,6 %,
en la de 2010, y al 2,6 %, en la de 2020. La inversión, por su parte, ha crecido
a un ritmo cada vez más débil. Y la deuda se está acumulando (Ver gráfico
del Crecimiento del PIB Mundial por década).
En resumen, muchas de las fuerzas que impulsaron el gran milagro económico de los últimos 50 años —cuando el PIB per cápita de los países en desarrollo casi se cuadruplicó y más de 1000 millones de personas salieron de la pobreza extrema— han retrocedido.
Las condiciones que podrían haber facilitado correcciones de políticas sin demasiadas complicaciones han aparecido y desaparecido: las tasas de interés históricamente bajas que prevalecieron en las dos primeras décadas de este siglo, por ejemplo, ahora son una cosa del pasado. A pesar de todo, la mayoría de los responsables de formular políticas se mantuvieron tranquilos, esperando que las condiciones mejoraran por sí solas. Eso fue una falsa esperanza, pero nunca es demasiado tarde para hacer lo correcto.
En este informe se describen tres prioridades:
En primer lugar, restablecer las relaciones comerciales. La evidencia es clara: la cooperación económica es mejor que cualquiera de las alternativas, para todas las partes interesadas. En nuestro análisis se plantea que, si las disputas comerciales actuales se resolvieran con acuerdos que redujeran los aranceles a la mitad con respecto a sus niveles a fines de mayo de 2025, el crecimiento mundial podría ser 0,2 puntos porcentuales más alto en promedio a lo largo de 2025 y 2026. En la actualidad, la mayor parte de las economías en desarrollo tiende a aplicar aranceles mucho más elevados que las economías de ingreso alto. Si su objetivo es acelerar el crecimiento, el mejor curso de acción será reducir los aranceles con respecto a todos los socios comerciales. Convertir los acuerdos comerciales preferenciales —que principalmente implican aranceles— en “acuerdos comerciales profundos” que abarquen toda la gama de políticas regulatorias transfronterizas podría también fomentar el crecimiento del PIB. Las economías en desarrollo pueden, asimismo, desempeñar un papel crucial en el restablecimiento de un sistema de comercio basado en normas y plenamente funcional, específicamente a través de la Organización Mundial del Comercio (OMC). La previsibilidad reduce los costos comerciales, lo que a su vez impulsa el crecimiento del PIB.
En segundo lugar, restablecer el orden fiscal. Cabe decir que la sucesión de conmociones económicas ocurridas en la década de 2020 ha provocado un caos en las finanzas públicas de muchas economías en desarrollo. Pero no fueron la única causa: en la era del dinero fácil que precedió a la pandemia de COVID-19, los Gobiernos optaron por asumir demasiados riesgos durante demasiado tiempo. Ahora se debe pagar la factura: en lo que va de la década de 2020, los déficits fiscales han promediado casi el 6 % en las economías en desarrollo, el nivel más elevado del presente siglo. Los costos de los intereses por sí solos representan alrededor de un tercio de los déficits. En los países de ingreso bajo, la contracción presupuestaria se ha visto intensificada por una disminución de la ayuda externa, que financia gran parte de las necesidades críticas, como la atención de salud. No debería sorprender que más de la mitad de los países de ingreso bajo ya se encuentra en situación de sobreendeudamiento o corre grave riesgo de caer en ella.
Las economías en desarrollo deben ampliar su margen de maniobra fiscal. Tienen mucho que hacer en este sentido, porque recaudan ingresos mucho menores que las economías de ingreso alto: alrededor del 25 % del PIB en comparación con casi el 40 % del PIB en las economías más ricas. Deberían redoblar sus esfuerzos para movilizar mayores recursos internos, ampliando la base tributaria y fortaleciendo la administración y recaudación de impuestos para reducir la elusión fiscal y el traslado de beneficios. También pueden obtener beneficios significativos si focalizan los costosos subsidios a los alimentos y los combustibles y los dirigen simplemente hacia los hogares de bajos ingresos.
En tercer lugar, acelerar la creación de empleo. En todo el mundo se está produciendo un cambio demográfico histórico que intensifica la necesidad de crear empleos en los países más pobres. Se prevé que, en África subsahariana, la población en edad de trabajar casi se duplicará de aquí a 2050, con un crecimiento de más de 600 millones de personas, una cifra que ninguna región ha experimentado en un período de 25 años. Según las proyecciones, la población en edad laboral aumentará en casi 300 millones en el mismo período en Asia meridional, y en más de 100 millones en Oriente Medio y Norte de África.
El éxito o fracaso de estas regiones a la hora de afrontar el desafío determinará las perspectivas de paz y prosperidad a largo plazo en el mundo. Deberán acelerar el crecimiento económico, mejorar la educación y las habilidades de la fuerza de trabajo, y sentar las bases para que los mercados laborales funcionen de manera eficiente.
La economía mundial está hoy en un punto de inflexión.
Las fuerzas que alguna vez impulsaron la convergencia económica y sacaron a miles de millones de personas de la pobreza ahora están en retroceso. Pero este momento ofrece una oportunidad de reiniciar la agenda, con el refuerzo de la cooperación mundial, el restablecimiento de la responsabilidad fiscal y un énfasis constante en la creación de empleo. Con medidas determinantes, los Gobiernos de todo el mundo aún pueden recuperar el impulso para reducir la pobreza y mejorar los niveles de vida de la próxima generación
Un grave problema de crecimiento.
El crecimiento del producto interno bruto (PIB) mundial es excepcional-mente débil, no solo de un año a otro, sino también de una década a otra.
Gerardo Pesantez – Banco Mundial
Economista en jefe del Grupo Banco Mundial y vicepresidente sénior de Economía del Desarrollo.
Ayhan Kose.
Economista jefe adjunto y director del Grupo de Prospectos del Grupo Banco Mundial.
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